Mila Trenas | Madrid 09/04/2013 Diario de León
Con más libros escritos sobre él que Rembrandt o Rafael, el artista nacido en Málaga en 1881 falleció el 8 de abril de 1973 en su villa de Notre-Dame-Vie, en Mougins (Francia). Antes había revolucionado y marcado un nuevo rumbo en el arte al pintar en 1907 Las Señoritas de Avignon, hito y punto de referencia para el desarrollo de las vanguardias artísticas posteriores.
La muerte del español más universal produjo consternación en todo el mundo al significar la desaparición de uno de los grandes genios de la pintura. La crítica extranjera más solvente consideraba a Picasso como el mayor artista del siglo XX, como el primer nombre de todas las artes en esta centuria.
Picasso murió un domingo, en un momento en el que en España los lunes no se publicaban periódicos, a excepción de «La Hoja del Lunes» que, en su portada y en una noticia de la Agencia Efe, informaba del fallecimiento del pintor «que estaba preparando una nueva exposición de sus obras» en Avignon.
Según se afirmaba, el genio español había vivido durante sus últimos años virtualmente recluido en Mougins y recibía muy pocas visitas en su villa de Notre-Dame-Vie, de la que no le gustaba salir hasta el punto de que no asistió a la celebración de su 90 cumpleaños. «Soy un ermitaño a la fuerza», confesaba el artista que vivía «prácticamente en una cárcel. Pocas restricciones son más crueles que la celebridad». Su familia y amigos informaron al mundo de que el pintor había fallecido de un ataque al corazón y que su capilla ardiente había sido instalada en su vivienda, donde le velaban su esposa Jacqueline y sus allegados. Las emisoras de radio y la televisión de Francia interrumpieron sus festivos programas dominicales para anuncia el fallecimiento del maestro minutos antes del mediodía. Ante las verjas cerradas de su residencia durante todo el día se fue congregando una multitud silenciosa y emocionada que le rendía una emotiva despedida.
‘La muerte de Picasso conmueve al mundo’», titulaba el diario ABC en su edición del 10 de abril de 1973, en la que consideraba que a los noventa y un años «conservaba el genio creador» y resaltaba «Unánime opinión mundial: Era el mayor artista de este siglo».
Los diarios alemanes consideraban al malagueño «el mayor genio de nuestro siglo» y titulaban ‘Un volcán se ha apagado’, mientras que para los comentaristas con Picasso se iba el último superviviente de la generación de los grandes vigías del arte. La prensa británica se expresaba en términos similares al despedir «al último hombre del Renacimiento», cuya fama equivalía a la de Miguel Ángel. The Times presentaba a Picasso como el artista que más dramáticamente había luchado contra el pasado: «El arte del renacimiento era admitido como absoluto, y el español lo rompió».
El siglo XX
Humberto Eco decía en la prensa italiana que «Picasso es el siglo XX», mientras que el escultor Manzú afirmaba: «este hombre ha inventado la pintura moderna». A pesar de los dramáticos sucesos que estaban ocurriendo en Camboya y Vietnam del Sur, la noticia del fallecimiento de Picasso desplazó otras informaciones en Estados Unidos, donde el New York Times escribía: «No podemos hacernos a la idea de que ha desaparecido para siempre».
Los profundos ojos grises de este gigantesco trabajador, que impresionaban a los que le miraban de frente, penetraron nuevos mundos que relató tal y como los veía a través de muy variadas formas de expresión. El mismo consideraba que la observación era la parte más vital de su existencia, pero no se trataba de una observación corriente. «Me he autoeducado para no dejar escapar nada. Cézanne solía decir que nunca se presta bastante atención. Yo he hecho mías sus palabras».
Con ochenta y muchos años confesaba que todavía sentía la juventud que encerraba su avanzada edad —«aún mantengo la fe en mi mismo y en los demás»— y que le gustaba la luz del día para reunirse con sus amigos y el silencio de la noche para trabajar.