La primera huelga conocida tuvo lugar en Egipto.

Los egiptólogos señalan que Ramsés III restableció el orgullo nacional al repeler varios intentos de invasión de fuerzas extranjeras. Pero el faraón era un megalómano que no podía resistirse a los baños de masas. Tantas victorias merecían una suntuosa ceremonia cuya organización dejó exhaustas las reservas de palacio. Cientos de trabajadores iniciaron las obras para los fastos, pero sin dinero no había manera de pagar sus servicios.
La precariedad financiera acuciaba al país, y otros obreros se vieron en la misma situación. Entre ellos se encontraban los que trabajaban en la necrópolis, que dejaron de percibir sus salarios, lo que dio lugar a la primera huelga documentada de la historia. Al grito de «¡tenemos hambre!», los trabajadores marcharon en masa desde su poblado al templo funerario de Ramsés III, donde iniciaron una sentada.

Los airados huelguistas no se movieron de allí hasta que se escucharon sus peticiones. El visir del faraón prometió que pronto recibirían los atrasos que se les debían, lo que amainó en parte la furia de los aguerridos obreros. Sin embargo, la crisis económica era tan profunda que se produjeron nuevos retrasos en el pago de los salarios, lo que agrió la relación entre el Estado y sus trabajadores. Mientras la salud de Ramsés III se hacía cada vez más precaria, el país entró en una espiral descendente.

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