Elmundo.es Cristina G. Lucio | Madrid
Sábado 10/09/2011
Si se sabe cómo preguntarles, los huesos pueden contar muchas historias. Saben hablar de sus dueños; de cómo vivieron, cuando murieron e, incluso, qué enfermedades sufrieron, aunque haya pasado mucho tiempo desde su último suspiro.
En Atapuerca, algunas historias médicas han esperado más de un 500.000 para salir a la luz. Pero, gracias a la labor de investigadores como Ana Gracia, responsable de Conservación del Centro Mixto de la Universidad Complutense de Madrid y cuya labor ha estado ligada a la excavación desde hace casi 25 años, hoy en día sirven para esbozar un estudio epidemiológico de los antiguos pobladores de la sierra burgalesa.
La mayoría de los datos de los que se disponen hacen referencia a enfermedades crónicas, explica Gracia, porque otros trastornos no dejan un registro en el hueso y son más difíciles de rastrear.
En la mayoría de los casos no hay signos de infecciones, ni de señales que indiquen cómo fue la muerte, pero aun así, las ‘huellas del pasado’ permiten saber mucho de lo que tuvieron que sufrir estos homínidos.
«Por ejemplo, en los dientes se aprecian marcas claras que indican una ralentización del crecimiento«, señala Gracia. Según sus palabras, estas marcas son una referencia clara del momento del destete, una transición sin duda traumática para quien dejaba de disponer de un alimento diario y pasaba a depender de la comida que estuviera disponible para el grupo.
La gingivitis, o inflamación de las encías, también era un trastorno común entre los ‘homo heidelbergensis’ que habitaron Atapuerca hace alrededor de 500.000 años.
Uno de los primeros trabajos que salieron de la conocida ‘Sima de los Huesos’ describía la existencia de molares con surcos e incluso pequeños agujeros. El trabajo demostraba que las marcas se debían al uso sistemático de un objeto cilíndrico, lo que podría ser el primero de los palillos. «Es una evidencia indirecta de la existencia de inflamación de las encías, de una gingivitis que estos individuos intentaban aliviarse con un objeto externo», explica Gracia.
Benjamina, Elvis y Miguelón
Sin duda, el caso que más a marcado a esta investigadora en sus años de experiencia es el de ‘Benjamina’, la dueña de un cráneo hallado en 2001 con graves alteraciones morfológicas.
El estudio de sus características permitió ‘diagnosticar’ su problema como ‘craneosinostosis’, una enfermedad catalogada hoy en día como rara que provoca un retraso psicomotor en quienes la sufren.»El cráneo era de un individuo de 10 años, por lo que sabemos que había tenido que recibir cuidados para poder vivir hasta entonces», señala Gracia. «Esto es una evidencia de comportamiento altruista de la que carecíamos y que no existe en el mundo animal», subraya esta especialista.
La historia de ‘Elvis’ también apoya esa solidaridad familiar o grupal tan antigua. «Sabemos que para mantener una posición erecta tenía que usar algún tipo de apoyo porque la pelvis que se conserva presenta graves anomalías», indica la investigadora, que ahora trabaja con ‘Miguelón’, un individuo que parece haber tenido una vida especialmente azarosa.
«Le pasó de todo. Tenía un crecimiento anómalo del maxilar, accesos de pus, sarro, gingivitis. Presentaba una salud de la cavidad oral muy precaria y creemos que pudo morir de una septicemia«, comenta Gracia, que no deja de encontrar nuevos retos en su trabajo.
El hallazgo de una mandíbula en la ‘Sima de los elefantes’ que podría tener 1.2000.000 años de antigüedad y cuya especie aún no se ha determinado esconde nuevos secretos a la espera de ser desvelados.
Según los restos, este individuo presentaba numerosas alteraciones en la mandíbula y problemas en el desarrollo de los dientes, pero los investigadores no han podido determinar si estos trastornos se deben a un defecto congénito o a otras circunstancias.
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